Los gatos de Kennedy: humanidad que llega con pasos silenciosos

Si hoy paseas por el cuidado distrito limeño de Miraflores, en Perú, y recorres el popular Parque Kennedy, es casi inevitable encontrarte con ellos: gatos de todos los colores y matices. Dormitan sobre los bancos, se mueven entre los parterres, a veces trepan a los árboles y no es raro verlos acomodados, con evidente placer, en el regazo de algún visitante, disfrutando de las caricias. Lo que para muchos turistas parece una peculiaridad encantadora tiene, en realidad, una larga historia, casi poética.

Según se cuenta, en la década de 1980 el parque sufría una plaga de ratas. Para combatirla, se introdujeron gatos en la zona. La misión fue un éxito, pero los felinos se quedaron. Las historias locales señalan que fue una mujer mayor, una “abuela” del vecindario, quien comenzó a alimentar a los animales sin hogar en el jardín de la iglesia cercana con restos de su cocina, ganándose poco a poco su confianza. Lo que empezó como un gesto silencioso de cuidado atrajo a otros: vecinos que también comenzaron a alimentar, observar y ayudar.

De esa semilla nació una red de cuidado organizada. Hoy existen numerosos grupos dedicados a la protección de los gatos. Los voluntarios no solo proporcionan diariamente alimento y agua, sino que han establecido un completo programa de salud. Cada gato es esterilizado, vacunado, desparasitado y recibe atención veterinaria. Los fines de semana, además, se instala un puesto de adopción para ofrecerles la posibilidad de un hogar definitivo.

En Instagram, los visitantes pueden informarse a través de la cuenta:

mishiskennedyoficial
Teléfono: +51 967 300 817

Con el paso de los años, los gatos no solo transformaron el Parque Kennedy en una atracción turística - donde abundan las fotografías, los niños se detienen asombrados y muchos simplemente se sientan a disfrutar de la atmósfera tranquila -, sino que se convirtieron en la prueba de que un pequeño acto de compasión puede dar forma a un lugar.

Así, los gatos de Miraflores no solo hablan de cuidado y compromiso, sino también de cómo los gestos sencillos pueden cambiar el rostro de una ciudad. Entre el concreto y el ruido del tráfico, recuerdan que la humanidad suele llegar con pasos silenciosos.