La Oficina de Barranco - Sobre las peñas de Lima

Se cuenta que a principios del siglo XX el vals vienés hizo su entrada en la capital peruana, Lima. Y que mientras la alta sociedad lo bailaba en las galas de los grandes salones de la ciudad, los cocheros negros y mestizos, aguardando afuera a sus señores, escuchaban esta música con mucha atención propiciando así el nacimiento del vals peruano.

Las orquestas mayormente interpretaban popurrís de valses vieneses y los primeros autores locales creyeron que se trataba de un solo vals, por lo que los primeros valses peruanos eran bastante largos. Y la mezcla de valses en tono mayor y menor en los popurrís dio al vals peruano la hermosa característica de la modulación de menor a mayor dentro de una misma pieza.

El vals peruano, junto con otros ritmos de origen africano, andino y también europeo, conforman lo que se conoce como la música criolla.

Sus canciones hablan de tristeza en tono y ritmo alegre, mitigando el dolor y llevándolo a estaciones de fantasía, esperanza y exaltación, tan típicos del sentimiento de los peruanos.

Hasta finales del siglo XX, las peñas eran parte integral de los diversos barrios de Lima, lugares emblemáticos donde se podía disfrutar de música en vivo, comida y bebida en un ambiente acogedor y festivo. En estos espacios se podía apreciar, escuchar y bailar la música tradicional peruana, incluyendo valses, marineras, música afroperuana y andina.

Muchas de estas legendarias peñas han desaparecido, dejando a los limeños con nostalgia y anhelando su resurgimiento.

En el pintoresco barrio de Barranco, salpicado de fachadas de mil colores, está la peña LA OFICINA. El nombre hace referencia graciosa a la situación en la que un esposo llega tarde y achispadito a casa y responde que estuvo "en la oficina" cuando se le pregunta dónde ha estado.

Aquí algunas escenas del ambiente en LA OFICINA a inicios del 2024, mientras coincidentemente se publica la última novela (en el amplio sentido de la palabra según el propio autor) del nobel peruano Mario Vargas Llosa "Le dedico mi silencio", que tematiza justamente la música criolla.