16. Juni 2024

Antonio Greison, el gran escultor del Perú

Von Hubert Rojas Caballero, Themen Newsletter - 27. Juni 2024 | Kultur, Gesellschaft und Bildung

Antonio Greison, el gran escultor del Perú

Voy a hablar del Antonio que conocí. Del amigo, de la persona, porque del artista habla su propia obra. Una obra hecha en silencio y que había permanecido así por 25 años desde su muerte en 1999.

Hasta que se conjugó el cariño, el reconocimiento y el esfuerzo de sus discípulos, Segundo Peña y Tina Martínez con la memoria cordial de su sobrino Arturo Greison, para hacer realidad este milagro de exposición que se ha nombrado, con toda justicia, como PERSISTENCIA.

Digo “milagro”, porque sinceramente pensé, con tristeza, que la obra de Antonio Greison se había quedado definitivamente perdida en el olvido.

Conocí a Antonio Greison en Jauja, cuando yo tenía 9 años y Antonio estaba para cumplir los 32, corría el año de 1960 y yo pasaba una temporada en la casa de mis primas Huatuco Caballero, muy amigas de Antonio.

A mi corta edad, la conversación de Antonio me deslumbró por la vivacidad y el entusiasmo con que nos refería espeluznantes historias de fantasmas y aparecidos, con un realismo tan impresionante que ya creíamos sentir que “nos jalaban de las patas”.

Con Antonio conocí la fascinación y el misterio de “Carmina Burana” de Carl Orff y también empezó a volar mi imaginación con su visión de que existían otros mundos y otros seres en el universo. Pasaron los años y nos fuimos reencontrando con más frecuencia para compartir funciones de cine, de teatro, de música. No había espectáculo que no conociera o quisiese conocer Antonio.

Antonio fue un promotor cultural nato. En su palabra, la cultura dejaba de ser algo distante o aburrido para convertirse en temas y motivos apasionantes.

La capacidad de ver otras realidades, que los demás no veíamos, era lo que nos hacía caer en las redes de sus interminables charlas. Con Antonio el tiempo siempre resultaba corto.

Antes de ser estudiante de arte, Antonio trabajó como visitador y promotor de un laboratorio farmacéutico y así visitó diversos lugares del Perú y trabajó, también, como empleado en el Sanatorio Olavegoya de Jauja.

Su experiencia en el Valle del Mantaro y su etapa de docente de arte en Puno, marcaron la impronta andina de su obra. No contagiada de pasividad y resignación, sino del pujante ritmo de su cultura infinita y multicolor, de su rico acervo cultural y milenario.

El indio, el hijo de nuestras cordilleras y nuestras mesetas, en el martillo, el cincel y las manos de Antonio, logra expresarse con la misma fuerza y rebeldía que lo mantiene vivo. En realidad, se trata del mismo Antonio, encarnando en piedra, su identificación con una raza expoliada, sufriente, pero que no deja, ni dejará nunca de ponerse de pie para construir nuestra historia.

Antonio Greyson con sus alumnos

Un creador puede ser generoso porque está conectado al origen infinito de la creación, a la fuente del todo.

Y detrás de un Maestro siempre hay un creador, y viceversa.

Por ello, como Maestro esencial, Antonio Greison lo dió todo sin límites a sus queridos alumnos, transmitiéndoles no solo lo que él había aprendido en libros y aulas, sino lo que había investigado y experimentado minuciosa y largamente, aún a costa de los mejores años de su vida.

Antonio pudo gestionar, como muchos, su nacionalidad italiana por sus padres y ancestros. Pero él nació y murió peruano, muy peruano.

Su búsqueda espiritual nunca terminó. Fue católico creyente, practicante Rosacruz, estudiante gnóstico e interesado asistente de grupos como Seicho-no-ye o el Magicari. De todos aprendió algo o mucho. Estaba seguro de que la vida no terminaba aquí, estaba preparado para la inmortalidad.

Antonio, ¿era una persona triste o alegre? Era más bien alguien intenso en sus emociones. Y a medida que iba desarrollando su talento creador, la angustia existencial lo fue invadiendo hasta que se clavó en su frente y en su mirada.

¿Era gratuito su dolor? De ninguna manera. Era un crítico social ácido y solidario con quienes como él sentía que no eran reconocidos en su capacidad y en su valor.

A lo que siempre se negó Antonio fue a adular y a acomodarse.

Antonio solo quería ser reconocido por lo que él sabía hacer bien.

Allí están sus alumnos para confirmarlo y el público que admira su obra para reconocerlo.

Así terminó una vida en 1999 y comenzó una leyenda, la de Antonio Greison Fossa, el gran escultor del Perú.

Cristo


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Foto: Narbo Peralta

Über den Autor

Hubert Rojas Caballero

Hubert Rojas Caballero

Periodista peruano que atento a las piruetas del mundo, intenta poner de pie lo que se ve de cabeza.

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